domingo, 14 de diciembre de 2008

MARATÓN ESPADÁN 2008



14 diciembre 2008
Tiempo: 6h23'

Repito carrera después de los estupendos recuerdos del año pasado. Con novedad: ha sido una carrera "especial". He acompañado a mi sobrino Pablo en lo que es su bautismo en las carreras de montaña (que no en las de asfalto, donde ya lleva algunos kilómetros) y ha sido una gran experiencia. Hemos disfrutado del recorrido, sufriendo en las subidas y saltando y brincando por los barrancos. Aun sin haber nieve, el paisaje precioso. El tiempo también nos acompañó durante toda la carrera, sol, alguna nube y poco viento.


Así que, ¡¡ENHORABUENA PABLO!! por nuestros 6h 23', marca que reventaremos el año próximo. Estoy seguro de que ya te has enganchado a este mundillo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

MEDIA MARATON VALENCIA 2008

Pues ya me he estrenado con las Medias Maratones: 1h28'52"
Sufriendo bastante y con dificultad para mantener el ritmo en los últimos dos km.
Pero muy contento por el tiempo y con ganas de mejorarlo.
Otra vez con familia en la carrera: un sobrino y mi hermana, que además se volvió a llevar trofeo, fue la primera en su categoria. ¡Con esta presión no me puedo relajar!

domingo, 2 de noviembre de 2008

PAS RAS 2008



Bueno, mi primer 10.000 y resulta ¡¡que no estaba bien medido!!
O eso se decía entre los "expertos".
Al final, 42'09", una carrera para disfrutar y para anotar en la libreta de lo que hay que evitar: ya no estoy para sprints como el de la foto.

Y además con mi hermana soplándome en la oreja y restregándome el trofeo: ¡la segunda de su categoría!

domingo, 28 de septiembre de 2008

CUERPO, MENTE Y ALMA ALFONDEGUILLA JAVALAMBRE 2008


27-28 septiembre 2008
107km
Desnivel acumulado positivo y negativo aprox. 11.000m
Tiempo: 24h42'

Son las 5:30 y ha empezado a llover. He desayunado hace un rato y me queda media hora para repasar y ajustar el equipo. Repartir la ropa entre las dos bolsas, comprobar el equipo de mochila, colgarme el rutómetro, ponerme el GPS, el cronómetro… Son las 6 de la mañana, bajo las escaleras y salgo a la calle. Las farolas alumbran la lluvia, no muy densa, pero suficiente para necesitar chubasquero.

A la vuelta de vacaciones no había ninguna otra expectativa más que los entrenamientos habituales por el río, la media de Valencia en noviembre y el Espadán en diciembre para acabar el año. Una noche estaba recordando los entrenamiento por Pirineos de este verano, un poco de montaña donde apenas se podía correr. Tenía curiosidad por saber más sobre esta clase de carreras. Un par de consultas por Internet y me tropecé con Alfondeguilla. Me sonaba de la Volta al Terme, que había oído alguna vez. Fui leyendo: 107km, sube a Javalambre, casi 10.500m de desnivel acumulado, límite 28 horas… ¡Impresionante! ¡Qué animalada! Seguí leyendo: “Cuerpo, Mente y Alma en Javalambre”, “Las piernas de tres caminantes se movían ágilmente… “. Todavía no lo sabía, pero la decisión estaba tomada, y Javalambre cada vez más cerca.

La lluvia ha cesado enseguida. Ya en Alfondeguilla el tiempo se mantiene estable. Depositamos las bolsas del equipaje en las furgonetas de Pina y de Meta y nos dirigimos a la salida en el refugio de SerRa. Somos cuarenta. Ambiente tranquilo, bromas y ganas de empezar. Fotos de grupo y ¡adelante!

Una hilera de corredores avanza por la senda entre matorrales hacia las primeras cuestas del collado Marianet. Vamos con un ritmo ágil, subiendo esas cuestas con ganas en los primeros minutos de marcha. Pronto se van formando islas, por delante Juan Antonio Ruiz abriendo carrera. Por detrás, resto de grupos, entre ellos el mío, con Ramón, Fernando, Jose, Paco… El cielo sigue cubierto pero de momento nos respeta. El ambiente fresco ayuda al esfuerzo y el avance es cómodo. Senda entre pinos, alcornoques, carrascas, zarzas, aliagas. Sería interminable mencionar todas y cada una de las hierbas que pueblan estos montes. Pero mis piernas todavía tienen el recuerdo, sobre todo, de las zarzas y aliagas que cierran las sendas.

Primer collado, Marianet, seguimos la ascensión con muchos toboganes, segundo collado, Íbola, control y avituallamiento. Sigue el camino intercalando tramos de pista entre las sendas. Estamos en el corazón de la Sierra de Espadán. La primera dificultad seria es el ascenso al pico Espadán. Las sendas no son malas excepto el último tramo que sube por una canal directamente contra la pendiente. Como siempre, de forma inesperada nos encontramos en el pico. Descendemos por una pedrera, ¡no es el camino!, bajamos como podemos patinando sobre las piedras que se deslizan con nosotros. Por fin, salimos a una pista, la seguimos y al poco ya estamos de nuevo en la huella del GPS. A partir de ahí, un descenso prolongado por una senda de tierra entre los pinos para caer de cabeza en la Nevera. Son cuatro horas de marcha, y por delante todo un mundo todavía.

Agua, almendras saladas, consultar rutómetro y GPS y adelante de nuevo. La Rápita nos espera, todavía a unos 400m de desnivel. Mismo paisaje, vertiente sureste, alcornoques, pinos, zarzas, aliagas, zarzas, aliagas… ¡y trincheras! Ya desde antes de Espadán las estamos viendo. Da escalofríos pensar en aquellos soldados, chavales y mayores, sacados de su vida normal, arrastrándose por estas montañas para morir en una zanja.

Llegamos a La Rápita y encaramos el camino de bajada a Matet. A Jose y Fernando ya no les vemos. Allí nos espera un buen bocata que comemos rápidamente. Seguimos la marcha. Son tramos de senda y pista más cómodos y la temperatura acompaña. Aquí los recuerdos son confusos, pero tengo clara la imagen del descenso a Fuente Pavías, la soledad del pueblecito, una callejuela que baja por una fuente, pasa por un arco y desciende por un ribazo, es un tramo precioso. Luego vendrán un par de kilómetros por carretera y el siguiente pueblo: Higueras. Unos chavales juegan en la calle y nos miran extrañados. Aquí tenemos un avituallamiento rápido y encaramos la subida hacia Mas de Noguera. Alcanzamos los 1000m y una bajada que ya se agradece hacia la antigua nacional 240, que cruzamos para alcanzar enseguida el último avituallamiento antes de Pina. Parada un poco más larga al lado de la fuente y seguimos camino. Sin darnos cuenta nos salimos de la huella y tenemos que volver atravesando un tramo de matorral cerrado que nos deja unas cuantas marcas en las piernas.

Vuelven los recuerdos confusos hasta que llegamos a un valle cerrado y rocoso flanqueado por la izquierda por una hilera de molinos de viento. Un rincón entre los matorrales esconde un caño, paramos para refrescarnos y quitarnos el sudor de los ojos. Al levantar la vista, las aspas nos saludan con su giro. Impresiona su tamaño y el zumbido que dejan en el aire. Seguimos ascendiendo hasta llegar a las trazas de una pista, que irá ampliándose hasta el Alto de las Palomas, última dificultad antes de Pina.

El descenso a Pina se alarga un poco, el pueblo se esconde detrás de cada recodo del camino y por fin entramos. ¡Y nos pasamos! ¿Dónde está la cena? Ya no tengo ni olfato para encontrarla. Volvemos atrás y vemos la placita donde hay un coche de la organización. Son las siete de la tarde. En el local social de la plaza están las bolsas, lo primero, quitarse la ropa mojada de sudor y ponerse la ropa de invierno. Excepto las zapatillas que me han funcionado estupendamente, me cambio todo lo demás. Un poquito de crema en los pies, ajustamos zapatillas, nos enfundamos en el forro polar y a cenar.

Una cerveza, dos platos de caldo y uno de carne, no está nada mal. Un postre de queso y a la calle. No deberíamos haber estado tanto tiempo, en total, una hora. Además, me encuentro mucho peor que a la llegada. Debido a la digestión me ha bajado la temperatura del cuerpo y tengo escalofríos y temblores que me sacuden el cuerpo. Hemos parado demasiado y no debería haber comido toda la carne ni el postre de queso. Son las ocho de la tarde. Arrancamos a caminar de nuevo, tenemos que ir despacio mientras digerimos la cena y poco a poco voy entrando en calor. Una lástima, porque ahora vienen tramos en los que se puede correr con comodidad. Si te encuentras con fuerzas al llegar a Pina hay que hacer una cena rápida para salir en veinte minutos sin enfriarse. En caso contrario viene bien alargar la parada y tratar de recuperarse. Nosotros no hicimos ni una cosa ni otra, en fin, una enseñanza más para el futuro.

Justo a la salida del pueblo nos alcanza Isidro. A hecho el tramo anterior en la mitad de tiempo que nosotros, ¡impresionante! Nos acompañará hasta Javalambre. Aun sin correr mantenemos un ritmo muy rápido. Pronto empieza a oscurecer. El ascenso ahora es suave y constante pero seguimos principalmente por pistas. Una granja, unos perros, ojos brillantes a la luz de las frontales, y agarro el bastón con más fuerza. Atravesamos por debajo la autovía, seguimos camino, ahora hacia Albentosa. Bajada muy empinada hacia el riachuelo, baja poco más de un palmo de agua y después de buscar la forma de vadearlo sin mojarnos lo tenemos que cruzar con un par de saltos. Acabamos con los pies mojados y hundiéndonos en el barro, pero por fin al otro lado. Subimos la ladera, también muy empinada y aquí el bastón empieza a jugar su papel. Con el frío y la noche cualquier ayuda es bien recibida. Seguimos ascendiendo entre pequeños matorrales, el terreno no parece difícil y la subida asusta más sobre la gráfica del perfil que en realidad. Arriba nos espera la niebla y las frontales apenas si alcanzan unos metros. Por fin un tramo de asfalto y el siguiente control: Manzanera. Tenemos que parar a reponer líquidos y comer alguna fruta. Realmente hace frío, se ve en las caras de los que nos reciben que lo están pasando tan mal como nosotros, si no peor. A pesar del calor que nos dan con sus ánimos, vuelvo a padecer los temblores de frío. Hay que ponerse en marcha inmediatamente, es la única forma de entrar en calor.

En el túnel que forma la luz de la frontal entre la niebla voy dando cabezadas. Los ojos me quedan entreabiertos y si no fuera por el bastón ya habría dado algún traspiés. Entre sueños pienso que por qué he venido a esta carrera. No estoy preparado. En pistas que se deberían hacer trotando tengo que arrastrarme a paso de caracol. Esto es interminable. Y todavía queda toda la noche. Frío y niebla, niebla y frío, y ahora viento. Veo al lado los pies de mis compañeros y el movimiento rítmico me adormece más todavía. Miro el GPS. La huella está ahí, ya se ha convertido en la compañera fiel.

Por delante nos espera la muela de Sarrión, imponente en su perfil y en la oscuridad. El camino se ha convertido en un túnel a través de la niebla pero solo hay una salida: hacia delante. Alcanzamos las rampas de la muela, por fin, hay que subirla cuanto antes, hay que llegar a lo verdaderamente difícil que nos espera en Javalambre. Por fin los doscientos metros de desnivel quedan superados y llegamos a la mesa que forma la muela de Sarrión. Allí adivinamos entre la niebla una especie de pista que vamos siguiendo en ligero descenso. Pasamos al lado de la fortificación de ametralladoras de Sarrión, de aspecto bastante siniestro a la luz de nuestras frontales. Por fin llegamos al penúltimo control, yo me siento bastante animado, veo acercarse Javalambre, para mi la última dificultad, y tengo ganas de coger ya la subida. ¡No hay agua! Caras de desesperación en mis compañeros, afortunadamente me queda medio bidón que les ofrezco, un cuarto de litro, y la niebla no invita a beber más. Isidro coge una manzana y continuamos. Sin embargo, ¿ocurre algo, Isidro? Al principio no era más que un ligero descenso del ritmo, ahora es evidente. Vamos muy despacio y tenemos que parar frecuentemente. El estómago le está jugando una mala pasada. Intenta sobreponerse y lo consigue, sigue caminando encogido, con sufrimiento en la cara.

Vamos muy despacio. Salimos de la pista para entrar al barranco de la Zarzuela, creo. La niebla es cada vez más espesa. Isidro está mal. Intentamos llamar a Tomás pero no hay cobertura. Seguimos subiendo. Nos perdemos, damos vueltas, pero conseguimos entrar en el barranco. Lo seguimos pero la huella del GPS se va por la izquierda. Vamos mal pero seguimos sin cobertura. Paradas frecuentes, ánimo Isidro, pero el estómago no cede. Debe detenerse cada pocos metros cubriéndose con un paraguas contra el viento que ya sopla fuerte desde las laderas de Javalambre. Seguimos intentando ascender, ya fuera del barranco, por la ladera. Sigo viendo la huella del GPS a la izquierda, deberíamos desviarnos. Insisto en corregir, hay que seguir subiendo, el viento ya huele a cumbre, estamos casi a 1900m, no queda nada, apenas 120m. Pero es imposible. Isidro decide abandonar. Llamamos a Tomás, estamos llegando al waypoint 153. Descendemos juntos, y retrocedemos acompañándole hasta las proximidades del waypoint 152, otra vez a cerca de 1800m donde Isidro llama a Tomás y le dice que en quince minutos está allí, que la pista está al lado mismo del waypoint y que lo recoge enseguida. Más tranquilo, Isidro nos despide, sabe lo que nos queda, y con una mezcla de alivio y sufrimiento nos vamos alejando. ¿Hacia dónde? Según el GPS hay que volver a entrar en un barranco. Así lo hacemos y seguimos sobre la huella un rato. Al poco la huella marcada en el GPS empieza a bailar. De repente se va a la izquierda. Salimos del barranco, tropezamos con las sabinas, primero pequeñas, después inmensas, primero las rodeamos, después las atravesamos sin pensar. De repente vuelve a la derecha, volvemos a entrar en el barranco. De repente salta otra vez fuera, y ya sospechamos que algo no va bien. No tenemos ninguna visión fuera del pequeño radio de las frontales, y la niebla sigue haciendo de pantalla. Cada vez que tropezamos con una sabina no sabemos por donde rodearla, parece que siempre se interponen para desviarnos. Al poco, entre la niebla y el viento vemos aparecer dos luces. Se están alejando por nuestra izquierda, con más altura ganada que nosotros. Sin embargo pensamos que el camino correcto queda más bien frente a nosotros. Seguimos avanzando muy despacio, dando vueltas, y al poco vemos las luces frente a nosotros. Oímos voces: ¿lleváis GPS? Son Paco y Jose. Y están tan perdidos como nosotros. Los GPS están inservibles por la niebla. El viento es fuerte, no nos podemos detener, hay que mantenerse en calor, pero tampoco podemos avanzar sin sentido. Saco el móvil y llamo a Tomás. Está muy extrañado de nuestra tardanza, hace ya mucho rato que volvió con Isidro. Quizá nos pueda orientar. Pero la falda de Javalambre es muy amplia y cada vez que ascendemos un poco llegamos al mismo sitio, una loma desde la cual no sabemos seguir. Estamos parados, desorientados, sabemos que hay que subir, pero ¿hacia dónde? En la retina me queda grabada la imagen de Paco luchando por abrocharse la capa que le proteja del viento. ¡Hay que moverse! Tomás nos da ánimos, le proponemos que haga unas ráfagas desde el pico. Apagamos las frontales pero no se ve nada. Oscuridad total. Insistimos. Dos llamadas. Tres llamadas. ¡Inténtalo una vez más! Finalmente vemos entre los jirones de niebla unos destellos. No es mucho, pero ya tenemos un objetivo al que dirigirnos. Saltamos sin sentir ningún cansancio hacia delante, seguimos la dirección indicada y al poco nos encontramos con una pista. Seguimos avanzando y vemos ya unas luces, son los coches del control, han bajado por la pista. Seguimos recto hacia arriba, un pequeño resalte de rocas que superamos y por fin, el control del pico. Veo a Tomás y otras caras conocidas de otros controles. Y una pequeña sensación de victoria. Me siento desorientado, al pararme me envuelve el frío. Hay que seguir, no hacemos nada parados. Empiezan a llegar distintos grupos también perdidos por las faldas de Javalambre. Abro una lata de coca-cola, pero solo bebo dos sorbos. Solo tengo ganas de seguir, allí no hacemos nada. Buscamos el GR de descenso pero Paco quiere ir directo. Quiere bajar por las pistas de esquí y la línea eléctrica. Es un descenso muy duro pero más directo, y con la niebla y oscuridad que todavía hay no queremos volver a perdernos por el GR. Todos estamos de acuerdo y salimos detrás de Paco.

Ya bajando empieza a clarear. Apagamos frontales y descendemos a saltos por los terraplenes y desmontes de la línea eléctrica. Los pies están un poco tocados, pero las luces de Camarena al fondo nos atraen como un imán. Fin del suplicio, cogemos una pista que en descenso más suave nos va acompañando hacia el fondo del valle, Empezamos a ver algunos prados, el paisaje ya es mas acogedor, la pista se convierte en camino y el camino en carretera. Ya estamos en el balneario, unos cientos de metros más y entramos en el pueblo. ¿Dónde está el albergue? Ahí, al fondo de una callejuela está, no me lo creo, y entramos, Paco, Ramón y yo. Nos anotan nuestros nombres y tiempos y bajamos a por el equipaje. Ducha caliente, ropa limpia, y un buen desayuno. Allí nos encontramos con Fernando, con Pepe, con Manolo, también entra enseguida Jose…

Una cabezadita en las literas y una buena cerveza. ¡Qué gozada! A pesar de la mala jugada de la niebla en Javalambre, estoy muy contento. Charla agradable en el albergue, compañeros de carrera, cada uno con sus experiencias y sufrimientos, gente con la que me gustará encontrarme en el futuro en más carreras. Paella, café, tertulia y autobús.

En casa, ¡papi, papi! ¿dónde has estado?

miércoles, 20 de agosto de 2008

ENTRENAMIENTO ULTRA TRAIL ANETO 2008

La Ultra Trail del Aneto es una carrera que da la vuelta al macizo de la Maladeta con salida y la meta en Benasaque. Comienza subiendo por el Valle de Benasque, hacia Ballibierna, Collado de Ballibierna, Llauset, Anglios, Puente de Salenques, Collado de Salenques, Barrancs, Aigualluts, ya de nuevo en el Valle de Benasque. Después de un paréntesis de algunos años se volvió a hacer en 2008 y la estuve siguiendo desde su presentación hasta la publicación de resultados. Por no ocasionar demasiados trastornos familiares ni me planteé inscribirme en esta ocasión.

Sin embargo, poco a poco fui fraguando una idea, una posibilidad, un reto... habría que estudiar muy bien el recorrido, las condiciones, el equipo, el tiempo disponible, la posibilidad de abandono... pero, estaba seguro, lo iba a intentar.
Agosto 2008
Aprox. 65km
Desnivel aprox. 3.700 acumulado positivo.

Preparación
Equipaje habitual de entrenes con dos camisetas.
Camel-bag
Bidón adicional
5 barritas y 2 bolsitas de gel
Botellines de Isostar en polvo
Frontal, forro polar, buff, gorra, gafas, mapa y brújula.
GPS

Recorrido previsto: Cerler-Senarta-Ballibierna-Col-Llauset-Anglios-Pte.Salenques...

El objetivo es salir a las 5:30 a.m., previendo una duración total entre 10 y 12 horas para regresar entre las 15:30 y las 17:30.

La noche anterior dejo preparado el equipo para levantarme al día siguiente media hora antes de la salir. Un desayuno ligero, crema en los pies en las zonas expuestas, GPS a punto, y en marcha. Salgo del apartamento a las 5:30. Noche cerrada, no hay nada de luz salvo las farolas del pueblo. La temperatura no es mala, unos 7º, por lo que apenas empiezo a andar me quito el polar y me lo ato a la cintura. Ya no lo volveré a usar en todo el recorrido.

De momento me limito a seguir la carretera que desciende desde Cerler. Necesito mantener la frontal encendida y apenas veo unos metros delante de mi además de los reflectores y señales de la carretera. Silencio total, solo mis pisadas y respiración formando un vaho delante de mis ojos. Al fondo del valle las luces de Benasque rompen la negrura del paisaje. El cielo debe estar bastante nublado, no se ve ninguna estrella. Mantengo un ritmo de trote suave aprovechándome del descenso.

Llego al fondo del valle en unos veinte minutos y comienzo a subir hacia el Puente de San Jaime para salir de la carretera y entrar en la pista que me conduzca hasta Senarta. La oscuridad es total y llego a tener alguna duda sobre la situación del desvio a la pista. Finalmente está donde debe estar, lo cojo y sigo por el camino descendiendo unos metros hasta un arroyo. Primera dificultad. El arroyo cruza el camino con un palmo de agua. Empaparme las zapatillas para el resto del día no me parece la mejor idea, pienso que debe haber alguna alternativa. Efectivamente, dando vueltas con la linterna alcanzo a ver con alguna dificultad una pasarela a unos metros de distancia. Subo por ella y me encuentro por fin al otro lado para proseguir. Ahora el camino asciende para superar la presa de Senarta, alcanzo su nivel y bordeo el embalse. El rio se ha alejado, vuelve el silencio y ahora atravieso una zona boscosa sobre el embalse. Pronto aparece el desvio a Vallibierna. En todo este tramo, que ya es ascendente, sigo manteniendo un trote muy suave y constante. Solo en alguna pequeña rampa bajo al paso para no desfondarme.

Inicio la subida a Vallibierna por el camino y sobre las copas de los árboles empieza a clarear el día. Se confirma que el cielo está totalmente cerrado y eso retrasa más el amanecer. El camino es muy bueno y troto con suavidad las cuestas. Me cruzo con el autobús que desciende del puente de Coronas, el olor del escape lo invade todo, ¿por qué no utilizarán caballos? Bueno, por fin desaparecen el humo y el ruido y de nuevo sigo concentrado en la ruta. El valle se va abriendo y a partir de cierta cota la pendiente disminuye y entro en una zona amplia ya próxima a la segunda etapa: el puente de Coronas. Después de un par de kilómetros en ligero ascenso encuentro por fin la cabaña de pescadores y el puente. Aquí me detengo a tomar un bocado, beber tranquilamente y prepararme para la siguiente etapa: el collado de Vallibierna.

Confirmo el camino con un excursionista madrugador como yo e inicio la marcha. El paisaje ha cambiado totalmente. Ya no hay camino, es una senda y a veces ni siquiera eso, repleta de piedras y cantos rodados. No hay forma de encontrar apoyos en condiciones y el trote se hace imposible, hay que concentrarse en pisar con firmeza. Ahora me doy cuenta de lo útiles que hubieran sido unos bastones. Las zapatillas empiezan a mostrar sus debilidades, les falta estabilidad, dureza y agarre en las suelas. Las marcas del GR11 van siendo más necesarias e intento no perderlas de vista aún cuando la senda sea evidente. La ruta sigue en las mismas condiciones, ascendente, complicada por las piedras sueltas y serpenteando por el fondo del valle. Físicamente me encuentro bien aunque el desnivel ya empieza a ser importante. Estoy alrededor de los 2000m, y la pendiente tiene tramos que empiezan a ser más duros. También empiezan a aparecer las primeras dudas sobre la ruta. Hay zonas donde se difumina la senda y cuesta encontrar los hitos que marcan la senda. Prefiero avanzar más lentamente e incluso detenerme antes que cometer algún error y tener que volver atrás.

Después de cruzar un par de arroyos y subir unos repechones me encuentro con los ibones de Vallibierna que hay que bordear, el primero por la izquierda y el segundo por la derecha. Es una zona bastante cerrada donde ya se ve el fondo del valle y el ambiente me resulta un poco opresivo. La senda bordea a bastante altura el primer ibón por una especie de balcón bastante expuesto Unos sarrios que estaban bebiendo salen asustados delante de mi. Es espectacular verlos correr por las rocas. Sigo ascendiendo y me encuentro con un pequeño nevero. Aquí pierdo las marcas del GR11 y el ascenso al collado es confuso. De los tres que veía en los mapas, ya puedo descartar fácilmente el de la izquierda, me quedan dos de la derecha donde dudo. Me detengo y reviso toda la zona a mi alrededor. Avanzo despacio y finalmente encuentro de nuevo los mojones y las marcas. Efectivamente, ascienden hacia el collado correcto y yo me estaba desviando demasiado a la derecha. Corrijo ligeramente la ruta y sigo ascendiendo. Pero el collado aparece delante de mi antes de lo esperado, realmente ya he subido mucho. Alcanzo los 2.728m y me detengo para disfrutar de las vistas. Me resguardo del viento que sopla desde Vallibierna. Las nubes comienzan a aclarar. Una barrita más para reponer fuerzas, una mirada atrás, al valle que voy a abandonar, y me concentro en el descenso.

Sé que tendré dificultades durante el descenso para no confundir el camino. Voy bajando por una zona de bloques que no permite avanzar con agilidad. Me siento renquear entre bloques grandes como camiones, buscando las marcas y pensando en la próxima bifurcación. Es una zona un poco cerrada, no hay una vista amplia que permita orientarse, solo se puede seguir descendiendo por la pedrera. Al cabo de un rato el valle empieza a abrirse y hay que buscar el lago Botornás. Aparece una senda hacia la derecha, y la ruta principal sigue con tendencia a la izquierda. No me gusta ninguna de las dos opciones y me detengo a revisar el mapa con la brújula. Efectivamente, se trata de una senda que vuelve a ascender a otros lagos, hay que pasarla de largo y descender hasta la próxima bifurcación donde aparece una indicación del parque natural y hay que desviarse a la derecha. Confirmado el camino prosigo con más tranquilidad y acelerando un poco el paso. El trote es posible en tramos porque la senda vuelve a ser más suave. Se aproxima una pequeña pleta, la del lago Botornás, que rodeo por la izquierda. Después del lago está la cabaña, ahora un refugio reformado, y un nuevo descenso ya por senda muy buena hacia la presa de Llauset. Aquí dos marmotas me sorprenden cuando saltan a correr delante de mí. Lástima de cámara, debí haberla traído.

Cruzo una pasarela sobre un torrente y comienzo a bordear el lago-embalse de Llauset. Todo el camino está siendo muy solitario, y desde Vallibierna no me he encontrado con nadie. La senda bordea el lago a cierta altura, en algunos puntos está algo expuesta con una pendiente muy fuerte hasta el agua, pero en general es muy segura. El terreno desde Botornas ha cambiado dejando de ser granítico. Ahora abunda la pizarra y los colores predominantes son rojos y ocres. El cielo vuelve a cubrirse y las nubes están bastante amenazadoras. Llego al fondo del estrecho valle donde hay obras de construcción de lo que me parece una carretera y un túnel. Hay un camión trasladando tierra y una excavadora moviéndola. Todo esto me resulta bastante chocante, no esperaba encontra algo así en medio de estos valles. Tomo un tramo del camino de las obras pero enseguida aparece unos escalones tallados en la roca a mi izquierda para ascender al siguiente collado: Anglios, de 2.432m. En el ascenso las nubes siguen cerrándose, aunque el paisaje en general está mejorando al dejar el fondo cerrado de Llauset. Hay algo de viento cuando me aproximo al collado pero sigue sin ser necesario el forro polar que llevo durante todo el camino atado a la cintura. Por fin, el collado de Anglios. Aquí me detengo en la vertiente de Anglios, mejor resguardada y con algún claro de sol que empieza a abrirse. Bebo del bidón, creo que ya he agotado la camel-bag, pero no me preocupa, sé que encontraré agua más abajo. Echo también una dosis de Isostar, me tomo una barrita, termino el primer tubo de gel y después de este festín encaro la siguiente bajada hacia el puente de Palenques, ahora ya seguro de que lo voy a alcanzar.

Desde el collado de Anglios hay una primera pendiente bastante fuerte hasta llegar a una pleta donde están los ibones de Anglios y el refugio. Todo este tramo es bastante cómodo y a pesar del cansancio acumulado lo supero con facilidad. La pleta termina en una especie de balcón que permite ver casi hasta la presa de Senent. Inicio una nueva fase de descenso que va haciéndose cada vez más empinado. La senda discurre entre pequeñas terradas herbosas, árboles dispersos por un terreno no muy rocoso. Pronto comenzará a cerrarse la vegetación convirtiéndose en un bosque, con el suelo bastante húmedo y pendientes muy fuertes. Tengo que disminuir el paso para descender con cierta seguridad, el próximo objetivo tarda en aparecer. Por fin la pendiente disminuye bruscamente, y a la izquierda, en un pequeño claro entre árboles, aparece el puente de Salenques. Son las 11 a.m., ¿qué hago? Tengo por delante el valle de Salenques, 8 kilómetros de pedrera en continuo ascenso hasta el collado más alto, a 2.807m, con posibilidad de mal tiempo por las nubes amenazadoras que veo aparecer. Terreno desconocido y solitario, tendría que contar con un mínimo de tres horas para superarlo, y luego me quedaría bajar Barrancs. Cruzar Aigualluts, la Besurta y seguir hasta Senarta no me preocupa, pero en total serían demasiadas horas, y no quisiera llegar más tarde de las cinco. Subo al puente y lo atravieso. Me giro y vuelvo atrás. ¿Qué hacer? El sonido del arroyo lo invade todo, es agradable y me acompañaría en el ascenso. Me detengo un momento en medio mirando la corriente. Miro el reloj: pasan ya quince minutos de las once. Tendría casi seis horas hasta las cinco de la tarde. En un último intento de seguir cruzo de nuevo el puente en dirección a Salenques y empiezo a avanzar por la senda. En pocos minutos salgo del bosque, aparecen claros, el arroyo se ha alejado, y la senda no es tan evidente. Hay que pararse a buscar los mojones de piedras, y esto es definitivo. No puedo plantearme el valle de Salenques buscando mojones, va a ser una lucha ya perdida contra el tiempo, está claro, doy media vuelta y respiro tranquilo con la decisión tomada.

Cruzo por última vez el puente, ahora ya hacia Anglios, y me interno por la senda que sube por la fuerte pendiente hacia los ibones de Anglios. La decisión es acertada, me encuentro más tranquilo por un terreno que ya es conocido. Empiezo a cruzarme con senderistas que cargados con tremendas mochilas avanzan hacia el refugio. Poco a poco voy ganando altura hasta llegar a la pleta de los ibones. Por exceso de confianza me confundo y tomo un desvío equivocado, cruzando un ibón por el lado opuesto, encaminándome a otro collado. Corrijo a tiempo y busco la senda que sube al collado de Anglios. De nuevo en la senda, y de nuevo asciendo hacia el collado. La subida se me hace más corta de lo esperado y una vez arriba observo las nubes que vuelven a cerrarse sobre Llauset. El viento vuelve a soplar desde allí con bastante frio y humedad. Me siento en un resguardo y bebo una buena cantidad de Isostar. Me como una nueva barrita y la segunda bolsita de gel. Tengo que mantener las fuerzas para lo que queda todavía. Continuo la marcha y aunque el tiempo ha empeorado bastante sigo sin necesitar el polar. Bajo la senda a la presa de Llauset con bastante rapidez, atravieso el fondo del valle pero ya noto la diferencia respecto al mismo recorrido unas horas antes. El cansancio ya es bastante acusado y todavía queda subir al collado de Vallibierna.

Primeros repechones hacia Botornás. La marcha es lenta pero voy ganando metros de altura. Al alcanzar el ibón me tomo un respiro. Incluso puedo trotar en tramos más suaves. Poco a poco voy dejando las zonas herbosas para internarme en la pedrera. De nuevo rocas como camiones que obstaculizan la vista y convierten la senda en un laberinto. El avance sigue siendo lento aunque la proximidad del collado da alientos. La pendiente aumenta y el collado se va adivinando pero, como siempre, aparece de repente. Por fin, ya estoy arriba. El tiempo se ha mantenido cubierto y se nota una ligera llovizna que ni siquiera moja. Una nueva barrita, agua y a rodar.

El descenso es rápido. Supero fácilmente las primeras bajadas del collado, y alcanzo los ibones de Vallibierna. Aquí el terreno me parece más complicado. Sin duda es el cansancio. A primera hora, cuando subía, no me parecía así. Sin embargo ahora voy dando algún traspiés que otro y debo hacer un esfuerzo adicional en concentrarme para evitar golpes y caídas. Por fin salgo del último recodo que rodea al segundo ibón y encaro la siguiente bajada al lado del torrente que desciende de los ibones. Cruzo el otro arroyo que baja de Llosás y dejo la zona rocosa para dejarme deslizar por las pendientes de hierba. En este tramo comienzo a sufrir el cansancio acumulado. También los pies están resentidos por unas zapatillas demasiado blandas. Las piedras se me clavan y debo esforzarme en escoger bien el lugar de las pisadas para evitar torceduras. Se hace largo este tramo porque tengo muchas ganas de llegar a la cabaña de pescadores. Por fin, ahí está. Casi no recuerdo la hora pero deben ser alrededor de las cuatro de la tarde. El autobús que sube desde Senarta está aparcado y a punto de salir. Paso por delante con sensación de alivio. Esto ya está conseguido.

Así es. La bajada por Vallibierna, sin ser un paseo, es bastante cómoda. Solo las molestias en los pies, por lo demás estoy aguantando bastante bien. Me adelanta el autobús pero no importa. Estoy muy contento del resultado de la marcha. El resto de tramos pasarán bastante rápidamente: últimas rampas por el bosque de Vallibierna, cruce en Senarta, descenso por la presa, puente de San Jaime, cruce de Cerler y subida al puerto de Cerler. Será esta última subida la que me frene en seco y no puedo hacer otra cosa que arrastrarme. Pero la satisfacción de haberlo conseguido, y de haber tomado la decisión correcta en el puente de Salenques, es superior al sufrimiento, y finalmente, alrededor de las cinco y media de la tarde cierro el círculo completo.

lunes, 14 de julio de 2008

MARXA AL BARTOLO 2008


13-7-2008
24 km
Desnivel acumulado de 1.054m en subida y 1.070m en bajada.
Tiempo: 2h33’

Ya han cumplido ocho meses desde esa carrera y me faltaba la crónica. Bueno, no sé lo que recordaré, pero vale la pena escribirlo porque fue una buena carrera.
Esta vez falló Ramón. En la salida estamos Jaime, que se ha venido conmigo desde Valencia, Carlos y yo. Jaime está disparado, es su último entrenamiento antes de la Ultra del Aneto, así que no espero verle más en toda la carrera.

Buen ambiente, nos hemos juntado más de 700 corredores. Se da la salida y comenzamos con un ritmo ya demasiado vivo para mi gusto. Sin embargo la distancia no permite relajarse y los tramos iniciales son suaves. La carrera se estira y se van marcando claramente las diferencias. Pronto llegamos a la senda donde hay que dejar de correr y seguir en fila india.

Con las primeras rampas importantes empiezo ya a notarme mejor, estoy bien acoplado en el grupo y me dejo llevar. Incluso hay zonas más suaves donde tomarse un respiro.

De la primera parte, es decir, hasta las antenas, poco más que añadir, resistiendo las subidas intentando mantener un ritmo constante, y, sobre todo, intentando olvidar la mala experiencia de la reciente Mim 08.

Pero pasamos las antenas y llegan los rompepiernas. Continuos toboganes se suceden sin fin. Los primeros los afronto con bastante entereza, pero al cabo de poco tiempo me veo arrastrándome. ¡Echo en falta entrenes por estos terrenos! El cauce del Turia es demasiado plano, ¿de dónde saco potencia para subir esto?

Bueno, por fin llegamos a la última dificultad de las agujas donde alcanzo a la tercera clasificada femenina, Carmen Sos, y encaramos la senda de bajada. Muy divertida, me desquito del sufrimiento anterior y bajo trotando con riesgo de caídas. Y no solo yo, ya que en una pendiente con mucha piedra suelta Carmen resbala y acaba en el suelo, justo para levantarse cuando la alcanzo. Acaba la senda, llegan los últimos tramos ya por pista y bastante llanos, donde la pierdo de vista ya que no puedo mantener el ritmo vivo que ella impone. El último avituallamiento lo dejo atrás sin dedicarle más que una mirada con el rabillo del ojo, a estas alturas ya no estoy para tomar ningún trago, prefiero llegar cuanto antes que el asunto se está poniendo ya algo durillo.

Por fin alcanzamos el paseo marítimo de Benicasim y al fondo, demasiado lejos para mi gusto, veo el arco de meta. Claro, con la meta a la vista y público alrededor se olvidan todos los males y se saca pecho, llegando a meta como si no me hubiera despeinado. Muy contento por el desarrollo en general de la carrera, salvo algún atracón de toboganes, por lo demás me he encontrado muy a gusto.

Lo mejor, sin duda, la cara de sorpresa de Jaime al verme llegar, diciendo con incredulidad: ¿ya estás aquí?

domingo, 11 de mayo de 2008

MARATÓ I MITJA CASTELLÓ PENYAGOLOSA 2008


10-5-2008
8h 48’ 30”

El día anterior me levanto a las 7 am. con 39,4º. Con la moral por los suelos me tomo un gramo de paracetamol. Pienso en no ir a la carrera pero lo descarto enseguida. Por lo menos tomaré la salida, hasta donde pueda. Si freno la fiebre con pastillas y consigo salir, intentaré aguantar hasta Useres. Durante el resto del día sigo con las pastillas de paracetamol y pensando cómo me voy a ver a la mañana siguiente en la salida. Recojo a los niños del cole y hago los últimos preparativos. Cargo el equipaje en el coche y salgo a por Ramón. No ha llegado, le llamo al móvil y le digo que hago marcha y que nos vemos en Castellón.

El tiempo está algo revuelto, hay bastantes nubes y se anuncian lluvias para el sábado. Llego al hotel, dejo el equipaje en la habitación y voy con Carlos a por el dorsal. En las colas de entrega de dorsales veo gente conocida del río. Charlamos sobre lo que nos espera, sobre todo del tiempo, parece que nos mojaremos.

Cenamos pasta, por supuesto, en un italiano, muy tranquilo y raciones tremendas. Comentamos las expectativas para la carrera. Nos retiramos pronto a descansar.

Ya en el hotel voy poniendo en orden las cosas. No tengo nada de sueño. Es evidente que no estoy bien, aunque creo que no tengo fiebre. He cenado mucho y llevo demasiada comida. Llevo también dos botellas de agua, una de ellas preparada con bicarbonato y limón. Oigo que empieza a llover, no muy fuerte pero constante. Preparo la ropa y las bolsas para el día siguiente. Al final, sobre las 2 acabo por coger el sueño, total serán dos horas de descanso.

Suena el despertador, me levanto, me mojo la cara para despejarme y me tomo otra pastilla de paracetamol. No quiero ponerme el termómetro, si tengo fiebre no parece afectarme mucho. Desayuno, casi no tengo hambre, y voy bebiendo del brebaje preparado. Sigue lloviendo pero no me preocupa especialmente. Cierro las bolsas del equipaje, una para el coche y otra para la llegada de la carrera, últimas comprobaciones de la mochila y salgo de la habitación.

Me encuentro con Ramón en recepción, cogemos los coches y nos dirigimos a la salida en el Castalia. Ya hay bastante gente, a Carlos le veremos al cabo del rato, se acerca la hora y sigue lloviznando.

Voy equipado con la camel-bag con un litro de agua preparada, mi habitual pantalón corto de entrenamiento y una camiseta técnica nueva de manga larga. Entre los corredores hay de todo, pero abundan los botellines de riñonera y los chubasqueros. También hay bastantes gorras para la lluvia. Sigo pensando que el equipo no va a ser determinante, sino la fiebre. De momento, la excitación de la salida hace que no me sienta mal, aunque hasta que no corra los primeros kilómetros no voy a estar tranquilo.

¡Salida! Primeros metros, la mayoría de corredores empieza muy rápido, nos van arroyando, deberíamos habernos puesto más atrás. Sin embargo habrá que acelerar el paso para evitar la congestión de la senda. Primero esquivamos los charcos pero pronto nos damos cuenta de que no vale la pena, aunque apenas hay una fina llovizna que ni se nota, el suelo está muy mojado y no podemos evitar calarnos las zapatillas.

Dejamos el asfalto y llegamos a la senda de Borriol. El embudo es menor este año, aunque aún deberíamos haber corrido más rápido para evitarlo. Después de este primer tramo no muy fino, me empiezo a encontrar mejor. Primeras rampas antes de la cantera, con un buen trote. El barro ya asoma por todas partes, el riesgo de resbalones y una zapatilla un poco floja no ayudan demasiado. Encaramos la cantera y ya noto que no estoy a tope. En fin, tampoco voy tan mal después de haber tenido más de 39º ayer, pienso.

Pasamos el golf, nos acercamos a Borriol, hay buen ambiente y son zonas bastante llanas donde vamos relajados. Por fin las primeras cuestas importantes. Una ventaja durante toda la carrera será la falta de sol, que aquí ya empezaría a castigarnos. Al contrario, el tiempo es bastante fresco y la ligera llovizna que a veces aparece no molesta mucho. En las rampas de subida a la sierra de Borriol el ritmo es bastante ágil y agradable, de momento no pasa factura la fiebre.

Primer control, La Pedra, a 1h35’, solo dos minutos menos que el año pasado. Carlos se ha quedado un poco atrás, en cuanto llega salimos Ramón y yo para no enfriarnos. A partir de aquí ya no le veremos hasta la llegada. Vamos a por la segunda etapa. También a buen ritmo, el terreno va siendo más accidentado, barrancos con agua casi hasta la cintura, completamente calados. El frío todavía no molesta y el agua en las zapatillas tampoco. Pensé que sería muy duro correr en estas condiciones pero hasta ahora no afecta mucho. Quizá hubiera sido mejor llevar otra capa más impermeable y una gorra para no llevar siempre el pelo mojado.

Segundo control, La Bassa, paramos a reponer fuerzas apenas un minuto y seguimos hacia Les Useres. Todo bien hasta la Rambla de la Viuda. Al cruzarla, con agua por encima de las rodillas y bastante corriente, empiezo a notarme algo cansado. Aunque recuerdo los dos años anteriores en los que cruzar el pedregal con sol intenso fue muy duro. Las expectativas de este año, antes de tener fiebre, estaban bastante altas y mientras troto por las piedras empiezo a pensar que no las cumpliré. Así es, las cuestas después de la Rambla tengo que hacerlas andando. No puedo mantener un trote regular, ya empiezo a acusar la fiebre de ayer y el esfuerzo. Además, llevo algo de descomposición intestinal, vamos, que voy un poco “apretado” e intento aguantar hasta Useres.

Tercer control, Useres. Por fin, una vez liberado de la carga intestinal y dejando el lugar en cuestión inservible para otros, repongo fuerzas, bebo y me preparo para salir. Total, un parada de unos siete minutos. Ramón parece un pollo mojado, esperándome y tiritando de frío. Sin embargo está más entero, en las rampas de llegada a Useres donde yo a duras penas he mantenido un trote, está aguantando bien. No me planteo el abandono, aunque no llevo el ritmo que hubiera querido, siento fuerzas para continuar y muchas ganas.

Salimos de Useres, le digo a Ramón que siga a su ritmo pero él prefiere continuar conmigo. Tengo muy malos recuerdos de esta etapa del año pasado. Aquí empecé a hundirme y no quiero que me ocurra lo mismo. Voy muy conservador, hubiera querido trotar las cuestas pero no puedo, no tengo fuerzas y además me desfondaría para el resto. Los kilómetros acumulados empiezan a pasar factura y, de repente, al coger altura hacia las primeras lomas, empieza a sentirse el frío. Las manos están algo hinchadas y amoratadas y ahora casi no puedo ni cerrarlas. Debería llevar otra camiseta o chubasquero, guantes y gorra. La mochila es un peso muerto, aunque bebo de vez en cuando, no necesitaba tanta agua con este tiempo. Y la mayor preocupación, el agua y barro en las zapatillas, es lo que menos problemas da. Los pies están resistiendo muy bien el esfuerzo, y las rodillas y tobillos. Lo noto en las bajadas donde no he perdido nada de agilidad ni resistencia. Ahí Ramón se queja bastante de los tobillos y tiene que aflojar, y así nos compensamos, sufriendo yo en las subidas y él en las bajadas. Sin embargo, más de un noventa por ciento de lo que queda es subida, a San Miguel, a la Lloma Bernat, al Marinet, a la Banyadera…

Llegamos a Sant Miquel, empieza a sentirse que la meta se acerca. Son cuarenta y cinco kilómetros superados, hay que continuar como sea. Los recuerdos de esta parte son más escasos, sufro bastante en la subida a la Lloma Bernat, pero no tanto como el año pasado. Por lo menos no hay calambres. Sin embargo echo en falta más fuerza, más resistencia en los trotes que no puedo mantenerlos constantes. La subida a la Lloma es dura por el viento y la lluvia, el frío es bastante intenso y lo siento en los huesos. Me falta fuelle para imprimir potencia a las piernas.

Por fin Xodos. La vista es espectacular, desde las lomas, al otro lado de un valle aparece sobre una colina el pueblo de Xodos. Esto y la bajada al valle ayudan a recobrar el ánimo para ascender al pueblo por un camino pedregoso muy duro. Pero esto es terreno conocido, recuerdo el año pasado deshidratado, con calambres y un sol aplastante, así que este año la subida al pueblo es un paseo. Ültimo avituallamiento sólido, estamos apenas a diez kilómetros de meta. Paramos menos de un minuto, lo suficiente para beber y comer algo, pero sin enfriarnos, quedan unas cuestas muy duras, quizá las peores de la carrera por el agotamiento en el que nos encontramos.

Después de un tramo de bajada por pista comienza la verdadera última ascensión. Las primeras rampas por la senda me frenan en seco. Ramón trata de animarme pero prefiero llevar mi ritmo y poco a poco se va distanciando. Pero no puedo aumentar la zancada y el trote es imposible. Me adelantan unos cuantos corredores, pero ya me hago cargo, no estoy bien y haber llegado hasta aquí en las condiciones en que estaba es más que suficiente. Hay tramos donde podría iniciar un trote, pero lo descarto enseguida, me falta fuelle.

No voy mal de tiempo. Si llego a la Banyadera antes de 8h30’ puedo aspirar a bajar de 9h. Esto me anima y me impulsa lo suficiente para atreverme con ligeros trotes. Ya hace rato que mantengo posiciones, incluso en algún tramo he podido adelantar a alguien. Y por fin la rampa de la Banyadera, y al fondo, la carpa del avituallamiento con el tapiz para el control de tiempos y la mesa con los vasos, y hasta una bota de vino. Pero no estoy para esto. Después de haber sufrido en las cuestas necesito una recompensa, veo alcanzable el sub 9h y, agradeciendo el ofrecimiento pero sin parar, rechazo el vino y encaro la bajada. Vuelvo a estar incómodo, los intestinos vuelven a hacerse notar pero ya da igual. Con cuidado pero cada vez con más ganas voy bajando, devorando los últimos tres kilómetros. Me asusto con un pequeño traspiés pero sigo, adelanto a varios corredores, y sigo cuesta abajo. Al fondo ya veo a Ramón, parece que le he recuperado algo en la bajada.

Como siempre la llegada es inesperada, después de esperar encontrarla detrás de cada recodo aparece de repente, al final de un prado, dando un salto a las últimas piedras y girando a la vez hacia el camino de acceso, con la gente alrededor mirando la llegada de los corredores. Ya veo el arco de meta, recorro los últimos metros con placer viendo el crono: 8h 48’, no está mal, para haber pensado en abandonar el día anterior.

Después me veo en la foto de llegada con la cara descompuesta y entiendo por qué me quitaron enseguida la camiseta mojada, me pusieron encima una manta, me secaron el cuerpo, el pelo… Agotado pero contento, sin lesiones, solo desfallecimiento.

Hay cierta sensación de pérdida al entrar en meta. Y este año más que los anteriores. Se acabó la aventura, el reto se ha cumplido. Mucha preparación, buen entrenamiento, frustración los últimos días por la fiebre, sufrimiento durante la carrera y satisfacción por el resultado, pero también cierta rabia por el convencimiento de que podía haber dado más.

Aún así, las cifras no están mal, de 1170 inscritos llego el 196 de 810 llegados, o sea, en el 24,1% sobre los llegados, o en el 17% de los inscritos, con 360 abandonos.

Media hora esperando las duchas, agua algo fría pero sirve para quitar el barro. Después, un caldito caliente, una cerveza y a buscar a Carlos. No sabemos nada de él, si habrá abandonado o no. Anuncian un autobús hacia Castellón y decidimos cogerlo, el próximo saldrá demasiado tarde. Estamos sentados, ya a punto de salir, y aparece Carlos, ¡enhorabuena! Ha conseguido llegar, ha hecho 9h 56’, bastante contento.

El análisis posterior de la carrera me lleva a concluir sobre los aspectos que han condicionado el resultado: la preparación los días previos, el equipamiento y la estrategia de carrera.

Respecto de la preparación, la última semana echó por tierra meses de trabajo. Dos salidas de rodaje suave, muy buenas para mantener el nivel, pero nefastas por las condiciones y el resultado ya que el tiempo fresco, viento y sudor me provocaron un buen resfriado con fiebre alta.

Respecto del equipamiento, empiezo a dudar de la eficacia de la camel-bag. Desde luego es imprescindible en condiciones de altas temperaturas pero en caso contrario es mejor el botellín de riñonera. La camel tiene el problema de la dosificación, no sabes nunca cuanta agua te queda, aunque se puede resolver agotándola antes de llegar a cada control. Además, no resulta bien la mezcla con limón y bicarbonato, el sabor no es agradable y cuesta beber, quizá funcione mejor agua sola y bolsitas de gel aparte. El pantalón está para retirar: con tiempo húmedo y algo fresco mejor las mallas. Me faltó previsión para incluir guantes, una gorra para la lluvia y un chubasquero.

El equipaje en general estuvo mal diseñado. El de carrera no era adecuado a las malas condiciones de lluvia y frío que sufrimos. Pero el de meta y el del coche resulto excesivo: demasiada comida y agua, demasiada ropa que no usé. En resumen, demasiado peso sin necesidad.

El planteamiento de carrera consistía, antes de la fiebre, en hacer 3h 30’ hasta Useres y 4h 30’ de Useres a Sant Joan. Al encontrarme con el problema de la fiebre tuve que abandonar este objetivo y centrarme en acabar la carrera. Si bien la primera mitad me encontré mucho mejor, en la segunda acusé el cansancio y la fiebre y tuve que mantener un ritmo muy conservador. El resultado fue, respecto del objetivo, 20’ de retraso en la primera mitad y 30’ en la segunda. Respecto del primer año (con 9h 09’), gané 20’ en la primera mitad y mantuve tiempos en la segunda, con las mismas 5h de Useres a Sant Joan. De haber estado bien, un tiempo estimado de llegada manteniendo el ritmo de ventaja de la primera mitad, hubiera estado alrededor de 8h30’, es decir, ganando otros 20’ respecto a este tramo en 2006.

Calculando el ratio de tiempos de Useres a Sant Joan sobre el de llegada a Useres, hay un factor de 1,20 en 2006, 1,44 en 2007 y 1,30 en 2008. Los factores de 2007 y 2008 están afectados por el excesivo calor y la fiebre respectivamente. Para la próxima carrera de 2009 habría que conseguir volver al factor 1,20 del primer año, el más regular y mejor planteado. Para conseguir las 8h habría que secar unos parciales de 3h 38’ hasta Useres y 4h 22’ de Useres a Sant Joan.

Los parciales intermedios podrían ser:

La Pedra: 1h 30’
La Bassa: +1h 09’ = 2h 39’
Useres: +0h 59’ = 3h 38’

Sant Miquel: +1h 25’ = 5h 03’
Xodos: +1h 32’ = 6h 35’
La Banyadera : +1h 05’ = 7h 40’
Sant Joan +0h 20’ = 8h.

Bueno, el año que viene veremos.

lunes, 7 de abril de 2008

TRAIL DE LA CALDERONA K25 2008



Fecha: 6-4-08
Distancia: 25 km
Tiempo: 3h 43’ 45”

Carrera planteada con Ramón como entrenamiento para la Mim a un mes. Recorrido en diente de sierra con cuatro alturas y tres pasos por barrancos muy técnicos.
Salida suave por las calles de Serra (300m), nos vamos quedando de los últimos, nos parece que los demás llevan un ritmo demasiado vivo para lo que nos espera después. Sin embargo, a los dos kilómetros aparece la primera dificultad inesperada: el atasco. Al salir de Serra el camino se estrecha, se cruza un pequeño cauce y empieza el ascenso. Todo eso provoca unos diez minutos de parón, la carrera se estira y nos alejamos más todavía de la cabeza.
El primer ascenso (Alt del Pi, 710m) lo subimos al ritmo que nos marca la hilera de corredores, un poco más lento de lo que hubiéramos preferido. El descenso, el pequeño repechón del castillo y el paso por Serra de nuevo hacen mucho más fluida la carrera y nos encontramos mucho mejor marcando nuestro propio ritmo.
Comienza el primer tramo del barranco Marianet para pasar al segundo alto (Els Ermitans, 625m), el más suave de los cuatro. Muy buenas sensaciones en el ascenso y todavía se respira aire fresco. Vamos adelantando posiciones constantemente, recuperando los diez minutos de retraso del atasco. Segundo descenso al barranco para encarar la tercera cumbre (El Sierro, 735m). El ritmo ya es muy constante y fluido, aunque el calor empieza a apretar el aire sigue siendo fresco y no falta agua. Después de un corto descenso comienza la última pendiente al Rebalsadors (798m) donde aprieto el ritmo y llego a la cima con mucha holgura.
El último descenso se hace un poco largo, pasamos por barrancos donde no se mueve el aire y el sol cae a plomo. El recorrido vuelve a ponerse bastante “técnico” con cierta dificultad en los pasos por el fondo del barranco. Solo un amago de traspié pero se enciende la alarma para aumentar el cuidado y no sufrir una caída que por el tipo de terreno podría ser bastante peligrosa. Seguimos adelantando posiciones y me distancio ligeramente. Finalmente el barranco se convierte en una pista muy cómoda por la que avanzo con más rapidez, de ahí pasamos en descenso pronunciado a las calles de entrada a Serra y a la entrada a meta en el polideportivo.
Es una carrera muy agradable por el recorrido, con amplias vistas, de hecho, la Sierra Calderona es el balcón de Valencia. La organización es buena, con avituallamientos bien surtidos y recorrido muy bien marcado. Los voluntarios hacen bien su trabajo y el trato es muy agradable.
Hay que evitar el atasco del principio saliendo más rápidos. Así se evitaría el distanciamiento excesivo de la cabeza de carrera y el desgaste en los adelantamientos que tuvimos que hacer, ya que bastantes corredores no facilitaban el paso.
En algunos tramos centrales del recorrido tuve amagos de calambres en los dedos de los pies. Quizá forcé demasiado la marcha, pero lo más seguro es que mis piernas echaran en falta entrenamientos por desniveles.
En cuanto al equipo, no hay que olvidar la próxima vez la crema protectora solar (me la tuvo que prestar Ramón), la gorra fue un acierto y se demostró imprescindible, y las zapatillas deberían ser algo más rígidas para permitir apoyos más estables en las bajadas por los barrancos.
En los días posteriores he sufrido unas agujetas muy fuertes, supongo que se deben a músculos que no están suficientemente trabajados por entrenar casi siempre en terreno llano. La recuperación será de unos diez días, después de ocho días me empiezo a encontrar mejor.
Ha sido un muy buen entrenamiento para la Mim

lunes, 18 de febrero de 2008

MARATÓN DE VALENCIA 2008

17-2-2008
3h 28’ 47” 4’57” /km

Las semanas anteriores a la carrera han sido muy malas. El entrenamiento de diciembre, incluso con la recuperación de la Maratón del Espadán, fue muy bueno, regular y constante, alcanzando ritmos de rodaje muy altos. Sin embargo, tras el último entrenamiento el 30-12-07 llegó el parón de las fiestas navideñas y tres semanas de gripe, lo que dejaba apenas cuatro semanas de entrenamiento efectivo hasta la maratón.
Para empeorar las cosas, en las dos primeras semanas noto síntomas de sobreentrenamiento por haber corrido a ritmos superiores a los debidos después de la gripe. Intento recuperar las piernas para los próximos quince días bajando la intensidad de entrenamiento. El objetivo es llegar a la maratón con las piernas en buen estado, intentando no perder demasiado fondo. De todas formas, el objetivo de las 3h30’ no me parece imposible habiendo renunciado ya hace semanas al 3h20’.
Los preparativos no son tan meticulosos como en la edición de 2006. No me preocupo de los hidratos de carbono, hidratación, etc. Como después comprobaré por mi mismo, el límite lo voy a encontrar en la parte mecánica, no en la fisiológica. Y de la respuesta mecánica de las piernas serán responsables las zapatillas. No estoy convencido de que estén en perfecto estado. No llevan muchos kilómetros, quizá unos 400, pero creo que tienen muy poca amortiguación. En fin, pienso que sería peor estrenar las nuevas. Con mi resfriado a cuestas, una pierna que reivindica descanso y unas zapatillas dudosas, me encuentro en la salida, cerca del práctico de 3h30’ (Jaime), y pensando en el ritmo efectivo que debería llevar.
Arranca la carrera. Primeros metros a 5’40”. Los corredores estamos demasiado agrupados y hay dificultades para moverse con holgura. Las sensaciones son buenas, los miedos van desapareciendo pero el objetivo de las 3h30’ todavía está lejano. Primeros kilómetros y vamos arañando segundos trabajando el 4’55”. Un poco agobiado de ir en un grupo tan denso me adelanto unos 30-40m por el lateral para, sin cambiar el ritmo, mantenerme por delante del práctico. Los kilómetros siguen pasando y sigo arañando segundos, llegando en algún caso al 4’50” pero el miedo a las lesiones me frena otra vez al entorno del 5’.
De vez en cuando echo un vistazo al pulsómetro. Me mantengo en el margen 155-160, me da tranquilidad para seguir. A este ritmo no debería tener problemas, pero no llego a estar confiado, todavía puede surgir algo.
Supero la media maratón a 1h 44’. Perfecto, voy cumpliendo los tiempos previstos y me encuentro bien. Excepto… los pies. Empiezo a pensar en lo que va a ser la parte crítica de la carrera. Intento analizar las sensaciones, revisarme para encontrar puntos débiles y no hay duda. Las plantas de los pies están empezando a sentir los efectos de unas zapatillas inadecuadas. Seguimos pasando kilómetros y manteniendo el ritmo. Ya he perdido de vista por detrás a Jaime. He encontrado una pareja con un ritmo constante como un reloj a 4’56”. Les seguiré los próximos 15 kilómetros hasta casi el final. Las sensaciones me confirman los miedos iniciales: ningún problema con las piernas, rodillas, isquios, gemelos, cuádriceps, y resto de los que no sé ni el nombre, todo bien, salvo el martilleo en las plantas de los pies que empieza a ser bastante duro.
Las pulsaciones van subiendo, estamos en el último tercio de carrera y ya voy tocando de vez en cuando las 170. Pero no me preocupa, sé que puedo aguantar, que todo mi cuerpo puede aguantar… Excepto las plantas de los pies. Ya están machacadas, cada paso es un martillazo, un golpe sordo que me retumba desde la planta hasta la cabeza. Kilómetro 35: comienzo a tener dificultades en mantener el ritmo de la pareja que he tomado como liebre. Con un tira y afloja voy luchando para no perder contacto, ¡y lo consigo! No despegarme de ellos va a ser la clave para llegar en 3h 30’. Porque este objetivo se ha convertido en una realidad factible, cada vez más próxima.
El martilleo en las plantas de los pies se va convirtiendo en la única sensación existente, tapando todas las demás. Los últimos kilómetros se van sucediendo sin cambios, 39, 40, 41… pies machacados, pies machacados, pies machacados, el ritmo va bajando unos segundos, se hace difícil seguir manteniendo la posición, encarrilamos el último kilómetro, intento buscar alguna chispa de energía, pero se apaga en cuanto intento imprimir fuerza en las piernas, los pies no lo permiten. Medio kilómetro, miro el reloj, entraré a tiempo, me siento muy satisfecho, objetivo alcanzado y sin embargo… hubiera podido arañar unos minutos más pero no con estos pies, no con estas zapatillas. El pulsómetro marca 170. Quedan unos centenares de metros, tomo la bajada para la entrada al estadio, dos o tres me adelantan a un ritmo sospechosamente vivo, ¿de dónde habrán salido? Entro en el estadio y busco mantener una posición holgada entre los grupos. Castigo los pies en los últimos metros avivando el paso, sé que solo lo puedo mantener unas pocas decenas de metros, pero será suficiente. Ya veo el cronómetro de meta, 3 horas, 28 minutos, 45, 46, y finalmente, 47”… ¡Conseguido!
Me encuentro en bastante buen estado, con las piernas agarrotadas pero ningún calambre. Bien de hidratación, mucha hambre y ninguna rozadura salvo los pezones que han acabado ensangrentados.
Conclusiones:
- Buen planteamiento de carrera, ritmo uniforme y adecuado al tiempo objetivo.
- Equipamiento: zapatillas inadecuadas, falta de vaselina en pezones o utilizar protectores.